Los caballos enmantados, las botas bien ajustadas, el rebenque en la mano y los cascos firmemente sujetos. El silencio predomina en el Polo Club de Tapia, convertido en el escenario de la GWM Equestrian Week 2025, en donde se reunieron más de 400 caballos. Esa calma no es sinónimo de quietud: los jinetes están listos y ya completaron su proceso de concentración.
Las disciplinas ecuestres son variadas: la equitación combina la elegancia del trote con la potencia de los equinos; el polo aporta una mezcla de velocidad y roce; el pato pone a prueba los reflejos de los jinetes y la valentía de los animales; y el endurance exige resistencia y habilidad física.
Pese a la intensa lluvia que azotó a la localidad tranqueña, el espectáculo ecuestre continuó en las distintas canchas del club. La convocatoria estaba pautada para las 10, aunque las precipitaciones hicieron que las actividades se retrasaran una hora. Las canchas absorbieron el agua a tiempo y no hubo charcos en el rectángulo verde. Así se dio inicio a la primera prueba de la jornada: equitación.
De protagonista a maestra
A un lado del circuito, ya dispuesto con vallas y obstáculos, se encontraba Josefina Manzur, una de las jinetes tucumanas más laureadas. Su palmarés habla por sí solo: fue campeona nacional de saltos variados en la categoría amateur (vallas de 1,20 metros) en 2020, y subcampeona nacional en dos ocasiones: en 1993, con el caballo Vistazo, en Cuarta Menores (1,10 metros); y en 2000, con Mapoi Levante, en 1,20 metros. Aunque esta vez no era su momento de brillar, sí lo era para sus pupilas, que se forman en el Establecimiento Ecuestre La Foresta.
Para Manzur, la equitación es un estilo de vida. Lleva más de 37 años dentro del deporte y compartió esa pasión junto a su padre, Guillermo Manzur, y su pareja, Ricardo Piola. Los tres fundaron La Foresta, uno de los establecimientos más tradicionales de Tucumán. Según cuenta, allí hay más de 100 boxes y se entrenan jinetes de distintas categorías.
“Uno de los grandes desafíos es cuidar a los chicos. Cada padre que me confía a su hijo me está dando su tesoro así que trato de cuidarlos como si fueran mis propios hijos. La idea es que realmente lo disfruten”, explica.
Josefina alza la voz, da indicaciones a sus alumnas y les ofrece una breve charla antes de entrar en acción. No se trata de instrucciones técnicas: les recuerda que disfruten y sientan la conexión con su caballo. Insiste en que lo primero es respetar al animal y luego confiar en él.
“Hay chicos que al principio están toda la clase de mi mano porque les da miedo. Es lógico: es un animal grande, y están más elevados del suelo. No es como caminar por tierra firme”, concluye.
Así continúa, firme pero empática, con la preparación emocional de sus pupilas para afrontar el desafío.